Durante muchos años la economía chilena ha sido puesta como ejemplo en diversos lugares del mundo y señalada como lo que debería hacerse para disminuir la pobreza y avanzar en desarrollo y calidad de vida para las personas. Sin embargo, este año será un periodo en que se vivirá en peligro de manera constante; en cuanto al crecimiento de la actividad nacional, las cifras pueden llegar a generar un impacto social que no se ha visto en décadas en el país.
Todo ello debido a la combinación de una serie de hechos que se han ido incubando a lo largo del tiempo y que estallan con la pandemia por coronavirus que afecta al mundo y que ha golpeado duramente las expectativas de crecimiento para Chile.
En marzo de 2018, Sebastián Piñera asumió por segunda vez la Presidencia de la República, impulsado por su promesa de mejorar el crecimiento y cumplir con las expectativas económicas de los chilenos, basadas en el pobre crecimiento logrado durante el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
El primer año de la administración fue un éxito con un alza del producto interno bruto (PIB) del 4%, con una economía que se acercaba rápidamente a los 300.000 millones de dólares (unos 280.000 millones de euros). Aproximándose a un PIB per cápita de 28.000 euros, el desarrollo se veía a la vuelta de la esquina.
Pero ya en los primeros meses del año 2019, empezaban a conocerse señales que no solo ponían en duda dicha meta, sino también incluso la capacidad del Gobierno de cumplir con las expectativas despertadas en la sociedad.
El estallido social
Así, el Indicador Mensual de la Actividad Económica (Imacec) de enero marcaba solo un alza de 1,8%; febrero, del 1,1% y marzo del 1,5%; ante ello las autoridades apostaban a un incremento fuerte en los últimos trimestres del año y a un 2020 con un incremento superior al 3,2%.
Sin embargo, todas esas apuestas se esfumaron a partir del 18 de octubre, cuando, sin que aparentemente nadie lo viera venir, la sociedad estalló y comenzó a manifestar su descontento contenido por décadas de desigualdad en un país con niveles de ingresos similares a los de Portugal, pero en el que más del 70% de los trabajadores tiene ingresos mensuales por 583 dólares y el 1% de la población concentra el 22,6% de los ingresos y el 10% concentra el 66,5% de la riqueza.
A ello se suman asímismo las desigualdades en la salud, la educación y la vivienda, donde un alto porcentaje de la población debe desplazarse por horas, en un transporte público de baja calidad, para ir a su lugar de trabajo.
En este difícil escenario, con protestas permanentes, paralizaciones y enfrentamientos diarios entre los manifestantes y las fuerzas policiales, el Gobierno del presidente Piñera comenzó a cambiar su programa de gobierno e implementar una serie de medidas que tendían a intentar una mejora de la situación social.
Así, surge la llamada agenda social, que apunta a corregir muchas de las desigualdades del sistema, pero ello no calmó las protestas y la aprobación del primer mandatario cayó en picado.
Impacto en las cifras
Las manifestaciones, la violencia y la escasa respuesta e impacto de las medidas gubernamentales impactaron fuertemente en las cifras económicas. Así, el PIB cayó consecutivamente 3,5% y 4% para recuperarse en diciembre (0,8%), un 1,1% en febrero y un 2,7% en febrero, destacando, en este último mes, la reducción de las protestas y la mejora de las condiciones para el comercio y la actividad económica.
Todo ello llevaba a proyectar un crecimiento, durante 2020, de 3%, lo que fue siendo modificado por todos los actores. Así el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimaba, en enero, que el PIB de Chile durante el año crecería solo 0,9%, un 2,1% menos de lo que proyectaba en el mes de octubre.
En este escenario llegó marzo, el inicio del año para los chilenos. Un mes duro, con muchos gastos, diversos compromisos económicos y un panorama social de alta confrontación. Ejemplo de ello fueron las marchas del 8 de marzo y los diversos enfrentamientos, en diversas ciudades del país, entre diversos grupos sociales y la autoridad.
Y llegó el COVID-19
Todo esto cambió, nuevamente, el 3 de marzo. Ese día se anunció que se producía en Chile el primer caso de coronavirus en el país. La pandemia que asolaba al mundo entraba en la vida de este confín del mundo.
De un día para otro, la atención y preocupación cambió de foco. Palabras como coronavirus, COVID- 19, cuarentena, PCR, ventiladores mecánicos, guerra, enemigo único, batalla, recuperados, contagiados y, lamentablemente, fallecidos pasaron a ser parte de la rutina nacional.
Junto con ello, con la salud como foco de preocupación, comenzaron a cambiar drásticamente las expectativas económicas. El primero fue el Banco Central, el que en su Informe de Política Monetaria (IPoM), en dar la alerta. Ahí el instituto emisor señalaba que el crecimiento del año sería negativo y que oscilaría entre 1,5% y 2,5%. Luego fue el FMI, que hundía sus proyecciones hasta una caída del 4%.
El presidente Piñera ha anunciado medidas de contención por importe de 10.800 millones de euros
Sumándose a este panorama, llegaron las cifras del desempleo, que señalaron la profundidad de la crisis. En el primer trimestre del año la cesantía llegó a un 8,2%, la cifra más alta en diez años. Pero ello no es todo, las autoridades proyectan que esas cifras podrían subir hasta cerca del 15%, un nivel no visto en Chile desde comienzo de los ochenta.
Con un país con cuarentenas dinámicas para hacer frente a la pandemia, el crecimiento de marzo reflejó el impacto en la actividad: el Imacec cayó un 3,5%, dura cifra si se consideran que mide solo dos semanas desde el inicio de la crisis sanitaria.
Esta situación congeló la tensión social, las demandas populares y el sustento de las familias pasó a ser el centro de todos los sectores, demandando medidas de ayuda, de parte del Gobierno, ante la profundidad de la crisis sanitaria y su impacto económico.
Así, el presidente Piñera anuncio una serie de medidas, que al día de hoy, suman un 8% del Producto Interno Bruto chileno, con un paquete que involucran millonarios recursos. A mediados de marzo anunció que se inyectarían unos 11.800 millones de euros (11.750 millones de dólares) para abordar las medidas, que están divididas en tres ejes: reforzar el presupuesto del Sistema de Salud, proteger los ingresos familiares y proteger los puestos de trabajo y a las empresas que los generan.
Las autoridades proyectan que el desempleo alcance el 15%, un registro inédito desde la década de los ochenta
Posteriormente, a comienzo de abril, se empezó a implementar un programa con 1.800 millones de euros para las familias más vulnerables y un plan de créditos a las pymes, avalados por el Estado por 22.000 millones de euros.
Así se busca evitar que la crisis sanitaria se convierta en otra crisis de tipo económico y social, dependiendo fundamentalmente de la extensión de la pandemia, la que ya genera hoy desempleo, quiebras de empresas, hambre, pobreza y dejando de manifiesto, a pesar de las buenas cifras e indicadores económicos, de la profunda desigualdad que ha generado el sistema entre los chilenos.
Aun así, hoy, la economía vuelve a ser el foco de los chilenos, ya que a pesar del coronavirus, deberán seguir buscando una forma de conseguir mejorar su calidad de vida, en un escenario cada vez más peligroso, lleno de incertidumbre y en el que nadie tiene la certeza de cómo será el desarrollo económico del país.
Fuente: El Economista
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