Tekios conversó con uno de los fundadores de la foodtech «unicornio» de América Latina, NotCo, y hoy miembro del directorio de la aceleradora The Ganesha Lab, especializada en emprendimientos de biotecnología.
Cuando esta entrevista se inicia, el chileno Pablo Zamora parece no tener un cuerno en la frente.
Con la frente libre, destaca más su cabello ensortijado, como el del dios Ganesha, corpulenta deidad considerada como el señor de los nuevos comienzos. No por nada en una de sus cuatro manos porta un hacha para cortar las ataduras.
No vaya a pensar mal, Pablo Zamora continúa en NotCo, solo que se autoimpuso otras prioridades, como ser miembro del directorio de la aceleradora The Ganesha Lab; asesorar en materia de innovación al candidato presidencial del Frente Amplio, en Chile, Gabriel Boric; hacer clases en un colegio de Melipilla, la ciudad donde nació, ubicada a 50 kilómetros de Santiago; vivir humilde y emocionado en contacto con sus raíces, vivir a la manera de T.S. Eliot: «No cesaremos en la exploración. Y el fin de todo nuestro explorar será llegar a donde empezamos y conocer el lugar por primera vez».
Cuando esta entrevista se termina, Pablo Zamora aprieta rojo en el celular y sale disparado a comerse un ceviche que le hace ojitos desde el comedor.
DECONSTRUCCIÓN MIXE
-Hice una rápida búsqueda en Google, y claramente eres el cofundador de NotCo que menos aparecía en medios. No sé si eso tiene relación con que eres un científico, con tu alejamiento de la startup, con tu personalidad. Sin embargo, en las últimas semanas todo cambió. Hablaste de tu apoyo al candidato presidencial chileno Gabriel Boric, y luego de tu incorporación a The Ganesha Lab, de tus grandes planes. ¿Qué ha pasado contigo, Pablo?
-(Lo piensa) En NotCo, como cofundador participé de todos los eventos que me correspondían como director científico de la compañía. NotCo diseñó una estrategia de posicionamiento y participación, y yo participé en todos los eventos sobre temas técnicos y de propósito. Y para las cosas más visibles tenía que estar el frontman de la compañía, que es Matías (Muchnick), y estaba perfecto. Cada uno tenía su rol. De hecho, yo tuve mucha exposición antes, en Estados Unidos; he sido conferencista muchas veces, así que no creo que haya un vuelco en cómo yo me desenvuelvo. No veo que haya una revelación, ni nada por el estilo, simplemente he logrado diversificar un poco mi quehacer, porque yo ya tenía una cierta reputación anterior en Chile, que me permitió trabajar con la Universidad de California y con compañías en Estados Unidos…
-A eso me refiero: las conferencias pertenecen a un nicho, a un mundo cerrado, el académico. Sin embargo, ahora estás opinando de las políticas públicas, del futuro de Chile. Por eso insisto con lo del cambio.
-Sí, sí. Eso se debe porque, efectivamente, hay como una vocación en mí que se gesta desde mi época de dirigente estudiantil en la Universidad de Santiago (Usach), cuando quería incidir desde mi espacio del conocimiento en las cosas que ocurrían afuera. Yo me ausenté de Chile 7 años, después estuve 2 años más fuera, y por todo eso quedé como invisible hacia el sector público. El retorno a Chile fue recién en 2015, cuando vine a armar NotCo.
-No conozco esa fase tuya, la del dirigente estudiantil, ni que Melipilla significara tanto para ti.
-Nací en Melipilla, tuve toda mi educación inicial acá en Melipilla, donde volví después de 10 años, de estudiar en Santiago en la universidad y de vivir en California. Y ahora estoy de nuevo súper anclado a mi territorio, al campo, tratando de generar alto impacto donde resido. Al mismo tiempo apoyando un proceso de alcaldía ciudadana. Tengo una responsabilidad como miembro de esta comunidad, de querer apostar, y aquí estoy haciendo cosas.
-No tienes la misma emoción con Santiago.
-Yo siempre vi Santiago como una instancia transitoria para mi formación académica, donde hice mi pregrado y mi doctorado. Y, después, hice mi pos doctorado y mi carrera académica en Estados Unidos, en la costa oeste de Estados Unidos, lo que me permitió viajar mucho y trabajar con comunidades indígenas en México y Guatemala. Y eso marcó mi vida, porque fue un aprendizaje que me permitió redefinir el tipo de investigación que yo hacía y mi forma de relacionarme con las personas, porque los científicos tendemos a ser una isla… Mucho de lo que yo hago ahora está relacionado con trabajos muy extensos que hice con esas comunidades autónomas, y eso me permite volver y plasmar NotCo y Vincula, otra compañía que tengo, y empezar a habitar, desde la ciencias biológicas, a compañías, o proyectos políticos.
-¿Cuáles son las principales comunidades con las que te relacionas?
-Estuve relacionado con varias, pero la principal es una que se llama cultura Mixe, Zapoteca, Chinanteca, Maya en México y en Guatemala. Con ellos trabajamos muy fuerte con mi esposa que es cientista social (Paulina Montesinos). Ahí me deconstruí como científico; básicamente, eso fue lo que me ocurrió.
-¿Por qué la deconstrucción?
-Porque el contacto con la cultura indígena y las comunidades me permitieron repensar mis propios procesos personales y mi foco de investigación, mi forma de hacer ciencia. Empecé a usar esa visión en actividades fuera de los laboratorios; participé en la generación de un libro para niños; hago clases ahora en escuelas, y todo esto porque tuve un quiebre en mi propia forma de mirar la sociedad.
-Y el quiebre es a partir de la relación que tienes con las culturas ancestrales.
-Sí, con las culturas ancestrales por cierto, pero al mismo tiempo a partir de mi acercamiento a las ciencias sociales. Porque para poder desarrollar mi trabajo en comunidades indígenas trabajé con Paulina, mi esposa, que es profesora de formación y trabaja en temas de desarrollo de competencias de habilidades e innovación educativa; trabajé con gente relacionada con el mundo audiovisual; con gente relacionada con el mundo de la antropología, la arqueología. Entonces, yo creo que ahí hubo como un bálsamo de visiones que enriquecieron mucho el cómo yo percibo la ciencia hoy día. El hilo conductor fue el trabajo con comunidades indígenas, pero eso se facilitó por el hecho de que había equipos multidisciplinarios.
-¿Cuál era el foco de tu investigación ahí?
-Descubrir algunas plantas que eran capaces de conservar rasgos de predomesticación. Entonces, íbamos a algunos lugares donde se originaro las especies. Yo trabajé con maíces, así que fui a entender cómo funcionan los maíces que se arrancan como de esta línea evolutiva clásica del choclo que tú conoces, que te comes en la cazuela (un guiso chileno). Mi placer era entender si es que habían algunas, por así decirlo, reliquias o especies que no estaban en manos de la sociedad moderna, sino de comunidades indígenas que habían conservado algunas características que no están presentes en el texto de los países. También con el arroz y me fui a la parte de Vietnam, Laos. O sea, una cosa bien bonita, porque las comunidades indígenas custodian recursos genéticos, que son las plantas y el microsistema que está al rededor de las plantas. Estas comunidades, muy aisladas, tienen recursos genéticos muy únicos.
UNA PATA AFUERA
-Melipilla es una zona agrícola, al centro de Chile, muy ligada a la tierra. ¿Ese fue un germen que luego crece con esta experiencia internacional con las comunidades, junto a tu señora, en México y Guatemala?
-Sí, claro, aunque yo soy del centro de Melipilla. Yo creo que empezó con los scout, porque pasé gran parte de mi infancia en los cerros, en excursiones, y eso de algún modo condiciona lo que quise ser, un científico, justamente por la curiosidad que me generaba estar en ambientes abiertos. Un científico que quería entender fenómenos naturales, pero que tenía una pata afuera del laboratorio siempre.
-¿Cuál fue tu primera investigación con la pata afuera?
-La primera fue en la Antártica, donde hice mi tesis, y luego me fui a México buscando también una investigación donde pudiera estar fuera del laboratorio, en la naturaleza.
NotCo también tenía ese ese mismo perfil inicial, ojalá trabajar con agricultores, con plantas, hacer experimentos fuera del laboratorio.
-Dignificar lo ancestral, para muchos chilenos, hoy se relaciona con la cultura mapuche, un deseo que creció fuertemente con el «estallido social» de 2019-2020.
-Sí, y es lindo, porque hay mucho que aprender de las comunidades indígenas. A mí me tocó ver cómo funcionan las autonomías territoriales y las políticas en México. Después de la Revolución Zapatista, del 94, el gobierno de México les da la autonomía del espacio y de sus costumbres. Pude aprender cuáles son las dinámicas internas que tienen, que son mucho más antiguas que las del propio Estado, y que funcionan en armonía con otras comunidades. Son, bajo mi mirada, muy valiosas para el mundo occidental, por la forma de llevar adelante una organización con una vocación siempre de servicio público. Y obviamente, en Chile, bueno, hay que reconocer que existían culturas anteriores a las nuestras y que ellos tienen algo importante que decir; los tenemos que respetar, tenemos que coexistir.
EL DOCTORADO NO QUITA LO TARADO
-Estudiaste en la Usach. En Tekios entrevistamos a Juan Pablo Campos, CEO y cofundador de la startup chilena Trapi, que busca dignificar al micro y pequeño agricultor. Él también estudió ahí, luego de ser alumno ejemplar en un colegio municipal, de ganarse una beca en la Municipalidad de Santiago para estudiar en un preuniversitario. Alguien que no calza con el perfil habitual que uno encuentra en el ecosistema chileno de las startups, tan endogámico. ¿Crees que esa mística calza con el sello de la Usach?
-No tengo su historia de vida, no estudié en un colegio municipal ni mucho menos, pero fui a la Universidad de Santiago porque mi papá fue a la Universidad Técnica del Estado. Hay una tradición familiar que a me inculcaron, eso del quehacer hacia afuera, sumar personas para hacer avanzar a Chile en diferentes dimensiones. Yo valoro mucho la Usach por su facultad tecnológica tan importante, donde la educación técnica profesional es igual de importante que la educación formal universitaria. Una mirada de la sociedad que no necesariamente es compartida por la academia; los académicos los traen de cualquier parte y rotan como si fueran jugadores de fútbol.
-¿Tu papá, Eduardo Zamora, estudió ahí?
-Sí, estudiaba ingeniera eléctrica en la Universidad Técnica y lo terminan expulsando para el golpe de Estado (el derrocamiento de Salvador Allende, en 1973).
-Además del quehacer hacia afuera, también los de la Usach parecen ser de bajo perfil. ¿Cómo es eso de que los emprendedores deben meterse el ego en el bolsillo?
-Me ha tocado ver a mucha gente que se autoconvence de que por tener un grado académico alto o por pasar por una universidad de prestigio es mejor que el resto de la sociedad, y para mí eso atenta principalmente con el hecho de que el conocimiento te hace libre, y cuando eres libre, tratas al resto con respeto, y siempre asumiendo que mientras más te especializas, menos sabes. Te haces más específico, pero tienes menos conocimiento de las cosas que ocurren en tu entorno. Cuando haces un doctorado, uno hace zoom del zoom del zoom del conocimiento y se hace especialista en algo que probablemente te hace único. Pero uno empieza a perder perspectiva y se rompe la relación social.
Hay un libro mexicano muy lindo, que analiza el sistema educativo, que se titula «El doctorado no quita lo tarado». Para mí esa es una afirmación tácita de que en el fondo siguen teniendo defectos las personas, y uno tiene que ser capaz de relacionarse con el resto de la manera más fraternal, honesta y amistosa posible. Porque en el fondo así construimos.
Pero hay gente que cree que porque es decano pasa a ser alguien especial. Hay gente en Melipilla que por ir al mejor colegio pagado se siente superior al resto… ¡El vecino que hace crecer sus papas ha crecido más que él en el resto de la vida!
-¿En el mundo de las startups hay una suerte de carrera por quién tiene la ronda de financiación más alta? ¿Cómo ves el ecosistema chileno?
-Más que las startups como mundo, es quiénes están ocupando los puestos de poder en esas startups. El perfil y el exitismo detrás de los proyectos. Hay gente que tiene startups y de persona termina convirtiéndose en personaje. Son personas que se transforman, que quieren recibir todos los premios, que les encanta ser muy visibles.
Si tienes un fundador que, finalmente, termina obnubilado por los premios de la Corfo o le encanta ir a todas las giras tecnológicas; o a las reuniones de estas redes de emprendedores donde todos se aplauden entre sí, eso siempre va a ir en desmedro de lo que ocurre dentro de tu equipo.
Un buen líder es una persona que tiene coherencia política, y al mismo tiempo coherencia entre lo de afuera (discurso) y lo de adentro (propósito). Hoy existe un boom y ser startup te da un posicionamiento social destacado en Chile, porque existe una apuesta febril por el éxito… Hay que domesticar el ego. De hecho, Pedro Pineda (CEO de Fintual) sacó una columna bien chora que se titula «Sé como Charles Aránguiz», que es sobre cómo se debe actuar en este sentido. Con Pedro somos amigos y pelamos el mismo cable.
DEVOLVER A LA SOCIEDAD
-¿Cómo conectas con el propósito emprendedor de The Ganesha Lab?
-Me sumo a la vocación que tiene The Ganesha Lab de abrir espacios de trabajo con compañías con un eje bien específico y donde cada uno de nosotros aporta desde nuestras propias experiencias. A mí me gustaría que Ganesha se convierta en una especie de hub de tecnología donde traigamos las compañías más talentosas, donde se alineen con esta visión de que después deben devolverle a la sociedad; no enriquecernos sin distribuir. Tenemos que ser capaces de generar compañías, técnicas, pero que generen buenos empleos, que tengan buena relación con su entorno social y ambiental, que sean conscientes, y al mismo tiempo, puedan devolver la mano a quienes vengan para adelante.
-Pero también va a haber un acento en lo valórico ¿no? En esa ética que tu dices, en la selección de las compañías.
-Claro, eso es lo que a mí me gustaría impulsar para las startups. Lo he repetido hasta el cansancio: son herramientas políticas, porque a través de ellas tú vas generando cambios culturales. Por eso para mí el mundo tecnológico es un eslabón importante en la sociedad; no el más importante, pero sí importante.
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Fuente: TEKIOS MAG